miércoles, 1 de diciembre de 2010

Cupído y Chopin.

_Sus llaves tintinearon al abrir la puerta de su departamento. Ella entró, tímidamente, después de él. No estaba segura de seguir "jugando el juego" con ese hombre recto, frío, sin sentimientos; creía no poder enamorarse de él.
_El espacio era amplio, blanco, limpio y tenso.
_El hombre en total silencio se sentó frente a ese mueble barnizado de luto, cuadrado y frío: el piano. Ella tomó asiento en un suspiro cuyo significado era: "Esto no va a funcionar. Quiero irme". Pero sucedió que aquellos rectos dedos de aquél hombre inexpresivo cayeron sobre las teclas solemnemente rectangulares. El sonido invadió la sala y el acorde se apoderó de dos corazones solitarios. El espíritu de ambos se elevó.
_El hombre de rostro inmutable se movía levemente mientras tocaba. Su rostro era una muralla y la música representaba lo que sucedía allí, detrás del muro. La música expresaba lo que él, con palabras, no se animaba a decir.
_Caían sus dedos sobre las teclas. Caían lágrimas sobre sus pieles y sus ropas.
_La sonata terminó. Ella se acercó y lo abrazó. Los dos quebrados no se dijeron lo que sentían el uno por el otro. Pero no hizo falta.
_"Vuelvo el Jueves por la tarde" dijo ella, y se fue.

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