lunes, 19 de diciembre de 2011

Naromi

El monitor de la computadora iluminando un rostro. Un matecocido negro, como el resto de la habitación, a un lado del teclado. Naromi escribe a la par de su pensamiento. Tiene la teoría de que los pensamientos son tridimensionales y que es ésa la razón por la cual es muy difícil (hasta absurdo) escribir un ensayo intentando plasmar las ideas. El mundo de las ideas es como una red tridimensional, como una red neuronal. Un concepto se enlaza, al mismo tiempo, a otros dos o tres que a la vez se enlazan a otros cuatro o dos. En la escritura, y en casi toda forma de expresión, la línea de la idea va hacia una sola dirección, lo que hace imposible la clara y sincera manifestación de una idea entera. Naromi ya ha intentado escribir un extenso ensayo acerca de lo que piensa, pero concluye en que es 'una tarea sin fin'. Con ésas palabras es como se lo decía para sí, ya que recordaba una frase del libro de Eclesiastés: “Escribir libros es una tarea sin fin”.

Ahora Naromi está frente a su pantalla en blanco y escribe “Una vez más...”. Se detiene en éste punto. Quiere escribir sobre sí, pero no quiere incluir su nombre. Se le viene a la cabeza “Ramiro”, e intenta distorsionarlo empezando silábicamente de atrás para adelante: “Ro-mi-ra”. Piensa en “Romina”, pero es demasiado común. El nombre “Naromi” le parece bien ya que no revela sexo, ni nacionalidad (Aunque tenga cierto aire nipón). Mientras escribe todo ésto no se extraña de escribir sobre sí en tercera persona, solamente se pregunta cual es el límite de la auto-alusión dentro del arte, dentro de la vida. Pero cree poder desarrollar la idea más tarde. Mientras tanto, continúa con el primer párrafo:

Una vez más, Naromi se desvela escribiendo. Sobre ésta persona ha caído una terrible desgracia, y es que su pensamiento nunca se detiene y tiene la manía de ir siempre hasta las últimas consecuencias. Imagina otros mundos porque éste ya no le gusta más. Mejor dicho, se imagina otras alternativas para éste mundo. Imagina, por ejemplo, cómo sería un mundo completamente feliz. Naromi ha desarrollado extensamente la teoría de que el mundo sería feliz aquél día en que todo individuo habitante del planeta anule su propio Ego. Por cierto, su teoría no le pertenece, ya que lo han dicho los grandes sabios de todos los tiempos y de todas las culturas. Quién sabe por qué razón, los grandes sabios siempre son ignorados por las grandes masas. Y aquí estamos, padeciendo cada vez más, mientras los soslayamos.

A Naromi no le gustan las cosas demasiado prácticas (como las matemáticas), pero le gusta ser simplicista y práctico a la hora de comprobar sus teorías. Se pone en la siguiente situación: “Una madre reprende a su hijo por tardar en la juguetería y haber hecho esperar veinte minutos demás al padre que se encontraba en casa, hambriento, esperando a la madre para que cocine.” Naromi piensa que no es un buen ejemplo, pero el mate cocido que estaba tomando le había llenado la panza y era hora de ir al baño a orinar. No quiere soltar la idea, además suena en sus auriculares la segunda parte de “Shine on, you, crazy diamond” de Pink Floyd y no quiere perderse la fascinante introducción... Junta fuerzas; aprieta el botón de “Pausa” y antes de saber si es cierto que iría al baño, escribe (en la computadora) que se va al baño.

De vuelta en su silla escribe que antes de volver a escribir, Naromi partió una manzana para comer mientras escribe ésto. Ha leído que la manzana puede ayudar a mantenerte despierto mucho mejor que el mismísimo café, teniendo la ventaja de que, al ser un fruta, no es tóxica. También sabe que las semillas de la manzana contienen cianuro pero para que la dosis llegue a ser mortal se requieren de cantidades irracionales de semillas (algo así como una taza llena). Busca en internet para asegurarse de que lo que escribe es correcto. Aprieta el botón de 'Reproducir' y se enciende de colores su cabeza: la música continúa.

Entonces, sigue pensando acerca del hijo, la madre y el padre: El hijo sufre la reprensión de la madre, y seguramente la madre sufrirá la reprensión del padre que, en una sociedad patriarcal y machista como la de Naromi, espera a que la madre cocine, y ponga la mesa. Si para empezar el padre no tiene Ego, (Naromi recuerda la forma de filosofar de Alicia de Lewis Carroll) entonces la madre no se preocuparía por llegar tarde a casa ya que no tiene que satisfacer el ego del padre. Entonces, el hijo no es reprendido por la madre ya que no importa llegar diez o veinte minutos tarde a casa. El padre hubiera pensado que la madre seguramente tendría motivos para tardar y que él mismo, a causa de su falta de ego, haría la comida y pondría la mesa. Como consecuencia, al llegar la madre con el hijo, después de una larga caminata por el centro comercial, encontrarían un hogar cálido con olor a pollo frito, papas al horno y especias, con una mesa prolijamente servida y un televisor apagado.

Pero ésto no sucede en nuestra sociedad, que alimenta los egos de la gente de manera descarada. La escena sucede así: La madre —enojada porque ha reprendido a su hijo—, llega con el hijo llorando porque la madre lo ha reprendido. Luego el padre (que estaba esperando hambriento mientras miraba aplastado en su sofá algún programa de televisión sin relevancia), se levanta enojado y alza su voz “¿Por qué tardaron tanto? ¡Para eso yo me mato trabajando y vos te das el lujo de venir a cualquier hora! Seguro que te quedaste hablando con una de tus amigas, esas que te meten cosas en la cabeza y hablan mal de mí. Qué ejemplo para nuestro hijo.” La madre en vano intentaría explicarle al padre que el hijo había estado mirando juguetes en la juguetería y que ése era el motivo de la tardanza. El padre, cuyo ego habría sido herido, se encerraría en su idea de que es él la víctima. Entonces prosigue con su monologo repartiendo las culpas de todos sus males a:

  1. las amigas de su esposa,

  2. la familia de su esposa,

  3. el pasado de su esposa,

  4. los gobernantes de la provincia,

  5. el director técnico del equipo de fútbol con el que simpatiza,

  6. el presidente,

  7. Dios.


En ése orden.


Ante tan incómoda situación hogareña, y ante las diatribas contra su persona, el ego de la madre también se ve herido. Se victimiza a sí misma y reprende una vez más a su hijo. Como consecuencia, el niño llora en su cuarto; el padre enojado justifica su vicio de fumar alegando que el cigarrillo es lo único que lo ama; la madre se va a dormir sin hacer la comida. El humo del cigarrillo empeora la situación sumando al ambiente tenso: un aire irrespirable.

Naromi ahora recuerda que le había parecido absurdo escribir sobre la manzana y el cianuro en la semilla, pero se sorprende al ver que puede enlazar ésta parte del relato con la otra, ya que el cigarrillo contiene cianuro, además de otras 300 sustancias venenosas y cancerígenas. Lo que agrava la situación dentro de esa hipotética casa en la que el padre, además de estar cometiendo suicidio, está asesinando lentamente a toda su familia por la estupidez de creerse víctima. ¿Quién se cree victima? El ego de las personas.


Naromi comienza, tristemente, a asociar el ejemplo dado, con algunas escenas de su vida cotidiana. Es más, confiesa por escrito en su relato que sus padres son la principal inspiración para dar el ejemplo. Pero no quiere ahondar en temas demasiado personales. Cree que es menester explicar el concepto de Ego al lector. Recuerda que hace poco no supo como explicárselo a una persona de China en internet. Claro que en la sala de chat tenía la desventaja de no estar hablando en su lengua materna, por lo tanto no podía explicarlo con soltura.

Según lo que Naromi había leído (en su extensa lectura de literatura mística), vivido (en su corta vida de 17 años) y casi comprobado (en ciertas experiencias a través de estados alterados de conciencia), es que el individuo humano se divide en dos: el Ser y el Ego. (Ésta nomenclatura pertenece a los gnósticos, con quienes Naromi había estudiado esoterismo). Según los gnósticos —al menos según ésta secta gnóstica—, los pecados no son actos, sino 'entidades' que habitan en nuestras mentes. Los llaman 'vicios psicológicos'. Es una buena denominación que ayuda a entender mucho mejor ciertas actitudes humanas, como la de no reconocerse a sí mismo a la hora de haber hecho algo muy malo.

A lo que la gente normalmente llama 'vicio' (como el alcoholismo, la cleptomanía, tabaquismo, ludopatía, etc.) es apenas la punta del iceberg, la manifestación más bruta de todos los vicios que tenemos. Nunca se dice que las costumbres, la cultura es también un vicio del humano. Inclusive el nombre, la nacionalidad, todas las construcciones, convenciones sociales, todo lo artificial es creación y alimento del Ego. Todo lo que es vicio, es Ego, y el Ego eclipsa nuestro Ser. El Ser en cambio es nuestro lado eterno. Al Ser lo vivenciamos cuando vivimos un momento eterno, ya sea en meditación, tejiendo o en un momento al borde de la muerte.

Recuerdo haber leído historias de gente que al borde de la muerte toma las decisiones más correctas y sobrias de sus vidas. Sucede que la muerte trae consigo el desmoronamiento de todas las falsedades, ante la muerte solo queda lo que es verdaderamente importante y trascendental. Es lamentable vivir en una época en la que los humanos disfrutan de ensalzarse en la frivolidad y huyen de lo trascendental.

La moral social nos dice que hay que desatarnos de las adicciones. El cinismo dice que hay que desatarnos del apego a lo material y que el humano es un habitante del planeta por lo que no debe obedecer al Estado. Tanto los filósofos cínicos como los epicúreos, estoicos y escépticos postulaban que se podía llegar a un estado ideal llamado “Ataraxia” que se manifestaba en una actitud impasible ante toda circunstancia, como consecuencia de la abstinencia de juicio (Epojé). El budismo dice que hay que desatarnos, no sólo de los apegos materiales, sino de los apegos emocionales e intelectuales y nos da una herramienta para hacerlo, la meditación.

Naromi se auto-considera, principalmente, un Ser encarnado como mamífero perteneciente al género humano que está interesado en el comportamiento de su especie. No le interesa verse a sí como artista, o como habitante de un país, ni siquiera como mujer o como hombre. En éste punto, le es inevitable a Naromi detenerse en el tema de la homosexualidad. Le parece muy bien que haya manifestaciones que cuestionen las construcciones sociales. La sexualidad es una construcción social tan falsa como que me llamo Naromi, pero el sexo, en tanto género masculino o femenino es una cuestión objetiva. En sí, el pene y la vagina no son construcciones sociales, son manifestaciones biológicas naturales y funcionales. Uno está hecho para el otro como los polos del imán cuyos opuestos se atraen. A partir de ahí sólo me resta decir que no soy quién para juzgar el comportamiento de alguien, ya que no experimenté nunca sentimientos homosexuales por lo tanto no puedo opinar si es una rebeldía, una costumbre, una enfermedad o sólo una forma de vivir de entre miles que existen.

Así es como Naromi realmente aplica a su vida las cosas que piensa. Ésto puede ser a veces un tanto peligroso, pero sin duda pleno de romanticismo y poesía. Por ejemplo, Naromi es consciente de que el sólo hecho de manipular y hacer circular dinero te hace cómplice de todas las atrocidades que se hace con él, como el tráfico de armas, el tráfico de personas, la deuda externa, la explotación de miles y millones de niños, mujeres y hombres que trabajan en fábricas bajo condiciones inhumanas (para que puedas tener tus zapatillas, tu radio), poseer dinero te hace cómplice con los narcotraficantes, y protector del hambre de las gentes pobres. Por cada persona que se adapta a éste sistema sociocultural global, fracasa la condición humana de libertad y libre pensamiento. Simpatizar con las metas de éste sistema: la búsqueda de un título universitario y el éxito económico, envilece de inmediato puesto que para lograr las metas impuestas por éste sistema no hay lugar para la solidaridad, el Amor.

Es por ésto que Naromi ha abandonado sus estudios. Porque ya no le importa pertenecer a éste sistema pero con eso no es suficiente. Es necesario armar una revolución y salirse fuera de él por completo. Naromi planea hacerlo...



El sol ya se levantó, y sus familiares ya se despertaron. La inspiración de Naromi para escribir se mustia con el respirar del humo del cigarrillo de su padre. Decide dejar de escribir por hoy, y continuar otro día.