viernes, 3 de diciembre de 2010

Rompistruyendo las normaxioturas

A continuación, un intento por regar la semilla lewiscarrolliana del non-sense y las palabras maletín

Rompistruyendo las normaxioturas

de la poengua correccional;

mucholgunos discraptores

protestarudos se molestidiarán.


Pero yo siempre gustiero

tocantar esta guitanción

en solempañía y pacedad.


Abstintraigo tolas palabrases,

estos nuevedoso parla poengua.

Nuncreo hayabidotro

q’ayacho asímejantálgo.

(Además de Lewis Carroll).


Parecen absúrpidas nuevestas ideas

pero yo credulito que nosasisto.

Las palabrases absincladas

llegrotacen en mi cabente

conaltermueven mis pensideas

excentrirrañamente


Desiero embriahogarme

en el Juglime de la Escritarte;

Gustiero soliempre tocantarte

mi guitanción contimpañía y pacedad

__________para pacedificarme.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

El lugar en el que nunca imaginaste que estarías

_De repente estás ahí, en ese lugar en el cual nunca imaginaste que ibas a estar. Anteriormente le hubiera costado a tu imaginación dar una descripción de este entorno, pero ahora sabes exactamente qué se siente. En tu pecho hay una extraña satisfacción por haber roto la vieja rutina que había perdido su sabor. Pero te sentís tan ajeno a este paisaje, a este ambiente, a estos sonidos que tus pies son columnas que vibran. En el aire hay tensión y suspenso. Hay algunas miradas que intimidan ¿Cómo llegaste hasta ahí? Es como si hubieras atravesado una puerta transdimensional, pero no sabes en qué momento la atravesaste.
_Te envuelve completamente este nuevo ámbito que se desenvuelve en lo que al parecer no son paredes y techos pues dan la sensación de agrandarse infinitamente y achicarse hasta la insignificancia. Yaces ahí, en la misma posición que la anterior pero con leves modificaciones. Ya olvidaste si el Sol brilla aún o si la noche cayó. No te importa.
_¿Realmente querés estar ahí? ¿Eso te hace feliz? ¿Existís? ¿Cuando servirán la merienda? Eso es lo que te preocupa porque tenés hambre. Sin embargo no tenés suficiente confianza con los que están allí como para pedirles un tentempié.
Todo es raro. Especialmente ese objeto cuyo nombre exacto ignoras. Está a unos metros, aparentemente se mueve, pero no; solamente llama tu atención por pertenecer a un universo ajeno a tu mente. Atrae tu mirada pero también te molesta: perturba tu vista.
_Vas observando cada detalle de este nuevo cuadro que a tu juicio fue pintado por un artista de origen extragaláctico. Pintor que, dicho sea de paso, era un folclorista ortodoxo que únicamente se refería a costumbres autóctonas de su país, aunque, por el contrario, a vos te parece un collage dadaísta de la vanguardia más heterodoxa que tus sentidos puedan concebir.
_Y cuando estas por hacer lo que estabas por hacer, justo antes de decirle lo que estabas por decirle a quien te parecía -por su fisonomía y apariencia- el más adecuado para dirigirle esa palabra que estabas por pronunciar... ¡Lo olvidaste todo! Porque te asalta una necesidad más urgente, y al mismo tiempo te urge una necesidad asaltante. Miras hacia atrás y entonces...
¡El horror!:
Estás atrapado en lo que se asemeja mucho a una suerte de laberinto mal hecho, con paredes indefinidas . . . O tal vez no hay paredes y por esa misma razón te echas a correr, y corres hasta que logras salir de ahí, de ese hechizado lugar en el que nunca hubieras imaginado que estarías.

Cupído y Chopin.

_Sus llaves tintinearon al abrir la puerta de su departamento. Ella entró, tímidamente, después de él. No estaba segura de seguir "jugando el juego" con ese hombre recto, frío, sin sentimientos; creía no poder enamorarse de él.
_El espacio era amplio, blanco, limpio y tenso.
_El hombre en total silencio se sentó frente a ese mueble barnizado de luto, cuadrado y frío: el piano. Ella tomó asiento en un suspiro cuyo significado era: "Esto no va a funcionar. Quiero irme". Pero sucedió que aquellos rectos dedos de aquél hombre inexpresivo cayeron sobre las teclas solemnemente rectangulares. El sonido invadió la sala y el acorde se apoderó de dos corazones solitarios. El espíritu de ambos se elevó.
_El hombre de rostro inmutable se movía levemente mientras tocaba. Su rostro era una muralla y la música representaba lo que sucedía allí, detrás del muro. La música expresaba lo que él, con palabras, no se animaba a decir.
_Caían sus dedos sobre las teclas. Caían lágrimas sobre sus pieles y sus ropas.
_La sonata terminó. Ella se acercó y lo abrazó. Los dos quebrados no se dijeron lo que sentían el uno por el otro. Pero no hizo falta.
_"Vuelvo el Jueves por la tarde" dijo ella, y se fue.

El oso y el vampiro ciego.

Este texto comenzó generarse automáticamente, escribiendo lo primero que se me ocurría, en un agobiante día sin ánimos de vivir:

Había una vez un oso que miraba al vampiro. El vampiro hechicero estaba ocupado y no lo veía. Y no lo veía. Entonces el oso decidió ir hasta el castillo del vampiro. Cruzó el bosque, se ensució las zapatillas con barro, pasó por el puente y tocó el timbre del castillo del vampiro. Y no lo veía. El vampiro, muy ocupado, no lo atendía; estaba preparando una poción mágica para limpiar el alma. El oso se. Y no lo veía. Dispuso a llamar. Y no lo veía. Otra vez. Llamó de nuevo y el vampiro decidió atenderlo ya que. Y no lo veía. Había terminado su poción. El vampiro le dijo que no podía pasar a su. Y no lo veía. Castillo porque estaban zapatillas, las del oso, sucias. Luego el vampiro ungió en las zapatillas del oso, su poción para purgar el alma y se limpiaron. El oso entonces, pudo pasar. Y no lo veía. Fueron felices para siempre.

Moraleja: No coman detergente.

El Discurso del Mediocre (Orsái)

Odio a esa gente que anda odiando la gente
y a los que se entristecen con la tristeza ajena
¿Qué importa el prójimo?
Lo que importa es que uno esté bien.

Lo que importa es que yo estoy bien
sentado en mi sofá,
contemplando la televisión.
Lo que importa es que yo estoy bien
y siempre tengo razón.

Cuando quiero me quejo
porque siempre tengo razón:
¡Referi! ¡Referi!
¡NO ESTABA EN ORSAI!

Esperando

Esperando. El sol estaba radiante y el colectivo no venía. Esperé 10 minutos. Esperé 20 minutos. Caminaba de un lado al otro, transpirando por el calor. El sol era implacable. No sabía qué hacer para amenizar la espera: Se me ocurrió entonces, ver como brillaban mis zapatos recién lustrados a la luz del sol, tal vez para sacarle provecho a esa luz incandescente que tanto me molestaba.

Por la noche


Llegó un momento -por la noche-
en que ya no tuve nada más por hacer:
Y me quedé un largo rato
disfrutando de hacer nada
antes de ir a dormir.