Los
veranos continúo lo que dejé de hacer el anterior verano.
Los
inviernos soy devuelta el que soy cuando es invierno.
Abril
y Mayo traen alegrías, sin importar lo que suceda.
En
Cáncer me encierro en el laboratorio del sótano,
a
despedir humos y vapores alquímicos.
Escorpio
es como un temazcal anual. Un atanor deseado.
Entre
Sagitario y Capricornio; siempre la misma fantasía polvorienta
de
calor; de olor a libertad y recuerdos de las fiestas anteriores.
(Los
vecinos han perdido su religiosidad.
Botellas
de cerveza y de vino rotas en el asfalto
y
alarmas, sirenas, suenan y titilan su luz artificial
Sobre
las paredes, pálidas de susto nocturno...
Hacen
que las fiestas parezcan una taquicardia social.)
Más
allá de eso
me
doy cuenta que las circunstancias nos influyen.
Nos
manipulan de una forma que puede describirse como perversa.
Como
si hubieran démones, cuya travesura es
cambiarnos
el escenario, para ver como actuamos.
Y
lo que más les da risa, no es cambiarnos bruscamente la escenografía
para desorientarnos;
Lo
que tanto les da gracia, es ver como volvemos a actuar igual
siempre
igual
cuando
nos devuelven la escenografía anterior.