viernes, 1 de junio de 2012


Escribo palabras para las palabras
pues algo hay que hacer con su miserable existencia
Ellas se creen importantes, pero no saben
que podemos prescindir de ellas.
 
Pobres ellas, pero,
nos han jugado una mala pasada.
Nos fascinamos tanto con un nombre que
se lo ponemos a dos cosas completamente diferentes
y luego al pronunciarlo, no sabemos bien
a qué cosa hace referencia.
 
Nunca sabemos con exactitud,
acerca de qué está hablando el otro.
 
En verdad, nada tiene nombre.
Ni ‘en’ se llama ‘en’
Ni ‘verdad’ se llama ‘verdad’
Ni ‘nada’ se llama ‘nada’
Ni ‘tiene’ se llama ‘tiene’
Ni ‘nombre’ se llama ‘nombre’.
Ni ‘ni’ se llama ‘ni’
Ni ‘se’ se llama ‘se’
Ni ‘llama’ se llama ‘llama’.
 
Todo idioma, todo dialecto,
está equivocado al pensar
que tiene razón al pensar que
las cosas tienen relación con
un conjunto de fonemas
arbitrariamente agrupados,
bailando un ritmo folclórico.
 
El Jardín del Edén es
silencio y música
Formas y colores puros,
Un jardín de lo desconocido
pero
las palabras desvanecen el Paraíso.