Escribo
palabras para las palabras
pues algo
hay que hacer con su miserable existencia
Ellas se
creen importantes, pero no saben
que podemos
prescindir de ellas.
Pobres
ellas, pero,
nos han
jugado una mala pasada.
Nos
fascinamos tanto con un nombre que
se lo
ponemos a dos cosas completamente diferentes
y luego al
pronunciarlo, no sabemos bien
a qué cosa
hace referencia.
Nunca
sabemos con exactitud,
acerca de
qué está hablando el otro.
En verdad,
nada tiene nombre.
Ni ‘en’ se
llama ‘en’
Ni ‘verdad’
se llama ‘verdad’
Ni ‘nada’
se llama ‘nada’
Ni ‘tiene’
se llama ‘tiene’
Ni ‘nombre’
se llama ‘nombre’.
Ni ‘ni’ se llama ‘ni’
Ni ‘se’ se llama ‘se’
Ni ‘llama’
se llama ‘llama’.
Todo idioma,
todo dialecto,
está
equivocado al pensar
que tiene
razón al pensar que
las cosas
tienen relación con
un conjunto
de fonemas
arbitrariamente
agrupados,
bailando un
ritmo folclórico.
El Jardín
del Edén es
silencio y
música
Formas y
colores puros,
Un jardín
de lo desconocido
pero
las
palabras desvanecen el Paraíso.
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