miércoles, 1 de diciembre de 2010

El oso y el vampiro ciego.

Este texto comenzó generarse automáticamente, escribiendo lo primero que se me ocurría, en un agobiante día sin ánimos de vivir:

Había una vez un oso que miraba al vampiro. El vampiro hechicero estaba ocupado y no lo veía. Y no lo veía. Entonces el oso decidió ir hasta el castillo del vampiro. Cruzó el bosque, se ensució las zapatillas con barro, pasó por el puente y tocó el timbre del castillo del vampiro. Y no lo veía. El vampiro, muy ocupado, no lo atendía; estaba preparando una poción mágica para limpiar el alma. El oso se. Y no lo veía. Dispuso a llamar. Y no lo veía. Otra vez. Llamó de nuevo y el vampiro decidió atenderlo ya que. Y no lo veía. Había terminado su poción. El vampiro le dijo que no podía pasar a su. Y no lo veía. Castillo porque estaban zapatillas, las del oso, sucias. Luego el vampiro ungió en las zapatillas del oso, su poción para purgar el alma y se limpiaron. El oso entonces, pudo pasar. Y no lo veía. Fueron felices para siempre.

Moraleja: No coman detergente.

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